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FoQ

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Problemas

Problemas. ¿Acaso le importan los míos a nadie? No me importan ni a mí...

Ni siquiera me importan los tuyos, me resbalan, me dan absolutamente igual, me parecen tremendamente estúpidos, niñerías, llamadas de atención descaradas. Para hacer eso, ¿no te es más fácil acudir a la televisión, donde la compraventa de sentimientos, de las cosas realmente importantes de la vida, está de rebajas?

La verdad es que me la soplan en exceso los problemas de algunos. Me importaron en su día, me impliqué, me di cuenta que pasé de amigo a diario de un adolescente en cosa de días y corté por lo sano. Alejé todo lo que pude a esas personas que necesitan ser el centro de un universo que se les queda excesivamente grande. Me alejé tanto que me recluí en la cárcel que puede llegar a ser mi cuerpo, mi mente. En lugar de volcarme con las personas que valen la pena, me escapé hacia un lugar donde las mierdas ajenas no pueden pasar, donde se cobra peaje a todo aquel que quiera saber más de la cuenta. Uno de esos rincones que a todos nos gusta visitar de vez en cuando: tranquilo, silencioso, relajado. Nada de discusiones, nada de gritos, nada de historias para no dormir protagonizadas por "don nadies" que ni pinchan ni cortan en mi vida.

Estaba ahí, calentito, pensando en nada, en el vacío y la vida entró sin llamar. Entró como le gusta a ella, por detrás. Por donde duele que entren si no es con un acuerdo previo, con unos preliminares y un poco de lubricante. Entró e hizo mucho daño, como es de suponer. El golpe que supuso la entrada de la vida real en ese espacio tan mío, tan secreto, tan oculto; me sacudió y me arrancó unas lágrimas de impotencia. No por el hecho de haberme sentido violado en lo más íntimo de mi ser, sino por la noticia que trajo consigo la irrespetuosa y maleducada vida real. Una de esas noticias que te obligan a mirar al cielo, a los pajarillos, al mar, a cualquier cosa bella que te rodee y susurrar un "gracias" por seguir vivo un día más. La vida, como todos sabemos a estas alturas, viene y se va, sin dar explicaciones, sin pedir permiso ni despedirse. Llega tu turno, naces; llega tu turno, mueres. Es así de simple. Tratamos de mentirnos, de omitir eso último, en nuestro día a día. Y lo hacemos mal, porque no se tiene que hacer así. Tenemos que ser conscientes de que la muerte nos espera a la vuelta de la esquina: la mía, la tuya, la de un familiar, la de un conocido sin más, la de millones de desconocidos, ... Tenemos que despertarnos cada mañana procurando disfrutar lo que queda de jornada como si fuera la última, la definitiva. Deberíamos dejarnos de bobadas, de malos rollos, de encontronazos con perdedores. Deberíamos tratar a los nuestros como lo que son, lo más importante de nuestras míseras vidas. Un beso, un abrazo, una palabra, lo que sea siempre y cuando se haga con sinceridad y amor. 

No he descubierto nada nuevo, lo sé. De hecho creo que hasta me repito. No me importa, hoy es uno de esos días que no te importan estas pequeñas chorradas. Quien lo lea y quiera que haga caso, quien no quiera está en su derecho de seguir hundido en sus depresiones, amargado en su vida, disgustado con su pareja, harto de su familia o amigos, ... Yo, desde luego, lo tengo muy claro. Vida sólo hay una: ÉSTA. Y no pienso malgastarla. 

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CONTIGO / JOAQUIN SABINA

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La mujer de mi vida












El trigo entre todas las flores
ha elegido a la amapola,
y yo elijo a mi Dolores,
Dolores, Lolita, Lola.

Y yo, y yo escojo a mi Dolores
que es la , que es la flor más perfumada,
Doló, Dolores, Lolita, Lola.