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Fleetwood Mac

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Hace muchos años mi padre me regaló una vieja cinta. Sabe dios dónde y cómo la encontraría, nunca le pregunté, por eso de no matar la magia. En mi familia no hemos sido de regalos caros, más bien todo lo contrario, lo que no quita que sigan siendo igual de bonitos o emotivos. El caso es que esa cinta ni la hizo él para mí ni siquiera era suya. Era gris. Sospecho que alguna vez fue transparente, pero el polvo, el tiempo y el manoseo hicieron mella en ese cacho de plástico con dos agujeritos que contenía canciones y que muchos niños de hoy en día bien no recuerdan, bien no conocieron.

El caso es que me la "regaló", entrecomillo porque la cinta me la entregó con la siguiente frase: "Si la quieres, pa´ti, si no la tiro". Cuando la vi me sentí uno de esos niños afortunados, con padres ricos que les colman de regalos caros como aparatos de música o de vídeo. Nada más lejos de la realidad: la susodicha cinta tenía que escucharla en una vetusta radio con compartimento para "cassettes" con más mierda encima que el palo de un gallinero y que solía enredarse y estropear todo lo que metieras dentro. El volumen se alteraba a su antojo y un sonido molesto, como el del viento colándose por una rendija llena de arañas, acompañaba todo lo que se reprodujera. Puede que penséis que todo esto eran handicaps, sin embargo es lo que le da mucho más sentimiento a la música, lo que hace que una canción pase de ser bonita a ser especial, que consigue que hoy, casi veinte años después estén unas cuantas lágrimas rebeldes rondando mis ojillos aviesos.

Volviendo a la cinta: en uno de sus reversos tenía, pegado con varias tiras de celo, un papelito con dos palabras extrañas, indescifrables para un niño con el pelo a la taza y manitas rechonchas (dos detalles altamente obviables). Tardé varios años en saber que era inglés y que, al contrario de lo que mi pensamiento intuitivo me dictaba, no era el nombre del señor al que mi padre le había robado. O sí, nunca lo sabremos. El caso es que desde el primer día que enchufé la cinta dentro de los cabezales y pulsé el PLAY me quedé enamorado de unas suaves melodías, de unas voces dulces, del sonido de fondo del viejo radiocassette, ... 

Pasaron los años y los CD´s de música Dance fueron relegando a mi querida y obsoleta cajita de audio "al banquillo". No volví a saber de ella, ni de muchos de los primeros compact-disc que me compraba mi madre en El Corte Inglés de Preciados pues más adelante fueron llegando los MP3, Internet, otros soportes mucho más cómodos, vaya. Miles, millones de canciones y de grupos se apoderaron de las ondas y de todos los medios de reproducción habidos y por haber. Mi pobre cintita estaba perdida por casa, quizá destruida, quizá tirada en la basura hace ya mucho tiempo, y nadie se acordaba de ella. Ni siquiera yo, el que más la quería, me había preocupado por ella. Una cinta que me acompañó a Galicia muchas veces, que se vino de vuelta conmigo a Madrid, que pasó tantas tardes dando vueltas y amenizándome las horas de la siesta que tanto odiaba. Una cinta que me vio crecer, en definitiva.

Hace unos días instalé Internet en mi casa, por fin, derribando la última barrera que me impedía ser un joven normal. Entre otros muchos programas que me dio por descargar, estaba el Spotify. No voy a descubrirle a nadie esa maravilla de invento. ¿Maravilla o majadería, Lisa? Maravilla en general, majadería cuando suenan anuncios del PP. Allí me encontraba yo, ante lo último de lo último en reproductores de archivos de audio. Creé varias listas con canciones tranquilas, con otras más animadas y, por último, me dio por los discos de mi vida: The Marshall Mathers LP, Grandes Éxitos y Fracasos (I y II), ... Cuando, sin saber bien porqué, me vino a la cabeza este nombre:

"Fleetwood Mac"

Allá fui a teclear y, ante mí, los desconocidos títulos de las canciones de mi vida. Una sensación extraña me recorrió, como cuando conoces en el Diario de Patricia a tu verdadera familia de la que te separaron nada más nacer. Ni que decir tiene que llevo cuatro días seguidos escuchando una y otra vez todas las canciones que estaban en aquella vieja cinta y que sigo pensando que son las más bonitas que he escuchado nunca.

He aquí mi humilde homenaje a un grupo mítico, a una vieja cinta y a aquel niño con pelo a la taza y manos rechonchas.




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Honesto Plaudo: el filósofo gordo

La vida te pone ante ciertas disyuntivas, unas más chichinabescas que otras, donde debes elegir lo que consideres correcto o menos incorrecto. Se te plantean dudas desde si levantarte cuando suene el despertador o apagarlo y seguir empiltrado hasta la hora de merendar, hasta decidir quien debe vivir y quien debe morir, en una especie de concurso de la tele macabro. Sé que no son horas (o quizá sí) para darle vueltas a la almendra y pensar en estas mierdas tan agorer, pero de vez en cuando, entre tanta risa, no está de más humanizarse y hacerse un poco blandito y achuchable.

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Con dos pechos por sombrero

Hace tiempo que no escribo una entrada en condiciones. Ya sé que lo sabéis, no hace falta que seáis groseros. No he podido escribir hasta ahora por fallos en conexiones piratas a Interné. Hoy tampoco he solucionado el problema, pero sí que he conseguido agenciarme una magnífica red.

No voy a publicar la biblia, como suelo hacer. No tengo tiempo. Si lo tuviera no dudéis que iba a impregnar con la maravillosa fragancia de una pocilga los cinco minutillos que os lleva leer esto. ¿Por qué digo "pocilga" y no "Abrevadero"? Un buen socio sabrá a qué me refiero. Os daré una pista rápida: Hay padres muy cabrones que, antes de nacer, te hacen el peor regalo de tu vida. No, no hablo de enfermedades hereditarias, válgame God. Tampoco de esos simpáticos antojos de nacimiento. Estoy hablando, amigos, de...

... Prefiero contarlo desde el principio...


...  Si sois como yo, personas alegres que buscan en el más minúsculo detalle de la vida para sacar un chistecillo fácil, me entenderéis. Podéis salir por la tarde y, en una reunión de actores de telenovela o en una convención de frikis, conocer fortuitamente a alguien. Dependería de vuestro nivel de sociabilidad. Ahora bien, si esto se produce de noche, en el Abrevadero de Ponis, lugar por donde sueles dejarte caer y con algunos litros de alcohol en sangre, la cosa cambia. Tú vas a pasarlo bien, a conocer gente, a relacionarte, a dar una ligera información sobre ti y procurar que todo eso sea recíproco para, si se da el caso, repetir conversaciones y/o compartición de fluidos. 

Ahora bien, si tú, en tu infinito buen rollo y derrochante confianza das unos datos sobre ti, para poder ser localizado más adelante en cualquiera del crisol de redes sociales que existen y, como dijimos antes, repetir LO QUE SEA y la otra persona se muestra reacia a dar ese paso puedes optar por chinarte y darle un bofetón con el pene O asumir que le puede la timidez. Si te decantas por la segunda opción, los dos motivos pueden ser: desconfianza ante desconocidos O esconder un horrible secreto. Nuevamente tu infinito buen rollo aparece y pasas de montarte pelis tipo: "tendrá tres pezones", "le faltará un brazo", "será gorda", "será un tío", "será un tío gordo con tres pezones", ... 

Pero amigo... Los caprichos del destino están ahí, esperando como una ardillita a que la bellota, que es ese secreto, caiga al suelo. Tras una serie de investigaciones estás ante la llave que abre la caja de Pandora. Una persona guarda la información que te puede acercar a desvelar ese secreto...


¡Qué tensión! Mejor que explicarlo, os lo cuento. Fue tal que así:

- Mira, ¿tienes el facebook de ******?
- Tengo.
- Pues busca a su amiga, que quiero agregarla para aplicarle la de la pica en Flandes.
- ¡Sostahechojefe!

Tras unas horas de búsqueda y unos minutos de partición en venticuincemil pedazos de porqué la chica ésa no le dio el facebook a tu colega.

- ¡¡¡Tío, tío, tío!!!
- Coméntame.
- Prepárate porque lo mismo te meas encima.

(No lo sé con exactitud, pero sospecho que se le pudieron pasar por la cabeza cienes y cienes de extrañas hipótesis)
- Dime...
- ¿Preparado? La tía en cuestión se llama... OJO AL DATO... ¡****** de la Cerda!

Podría transcribir los setecientos millones de "jajajajaajjjajajajajaajajajajajajjjajjaaaajajajajajjjjja!" o "XDDDDDDD", con sus respectivos chascarrillos, pero son cosas que quedan para el recuerdo. Como detalle simbólico, el título de este despreciable blog, será durante unas semanas y, hasta nueva orden, 

"EL ABREVADERO DE CERDAS"


Yo debería ser el primero en cerrar esta bocaza, comentando poco o nada de apellidos/nombres, pero es que este caso que nos atañe supera con creces la jodienda que es llamarse "Justo". 

Sin más dilación, arranco a mi hogar a disfrutar de mi camita. ¡Qué CHOF os lo hurgue! ¿Qué? ¡Chof!