DIE KONZERT
Poco más que decir. Cuando te ves cara a cara con los integrantes de tu grupo favorito y de testigos están tus mejores amigos, un número incesante de llamas, un cañón de esperma y muñecas de famosa te sientes la cosita más pequeña del mundo. De nada sirve que la noche anterior te perdieras por las calles de una ciudad desconocida totalmente pedo. De nada sirve que tu cara sea una mezcla de varicela, barba de tres días y ojeras a lo bolsa de Gadis. De nada sirve que te intentaran envenenar con cachopos de setas, con bakalaos al pil-pil, con guindillas envueltas en antxoa, con pimientos rojos al borde de la taza del w.c.
Lo único válido en ese momento es saltar y gritar. Saltar y gritar como un loco. Es lo que te queda. Si recorres mil kilómetros para rendirte en ese momento es que no vales nada.
Decir que fue enorme sería ser un sucio mentiroso. Decir que la única palabra capaz de definir lo que fue el concierto no ha sido inventada todavía sería quedarse corto. Podría estar dándole patadas al diccionario hasta que saliera algún adjetivo, pero no ganaría para zapatos.
Tengo ganas de transmitir todo y, a la vez, de guardármelo en ese huequecito de la mente donde no llega el olvido, el alcohol... ni siquiera el alzeheimer. Donde está escondida la película de tu vida: tu primera palabra, tu primer día en el cole, tu primera novia, tu primer besi, tu sexto polvo, el séptimo, el octavo ...
Tremendo. Volviendo a escuchar Frühling in Paris en el disco (firmado por ellos...) me viene al recuerdo las 15 000 voces cantando el estribillo al unísono y aún a riesgo de romper la magia que le estaba inculcando a este relato diré que SE ME CAE EL CHORIZO.
Impresionante. Digno de una de esas grandes noches que se recuerdan durante toda la vida. Digno de arrancarme unas lágrimas.
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