Dejar volar la imaginación...
Anoche, entre platos de la cena, botellas y jarras de agua, apuntes desordenados...
Anoche, junto a un ordenador apagado y un bote de valerianas recién abierto que olía como el ano de un elefante con gastroenteritis (no vale marcar ya la casilla "hez", ¡cabrones!)...
Anoche, cuando esperaba la visita del ansiado sueño...
Anoche, ...
VOLVÍ A HACERLO.
- ¿A hacer qué? - Se preguntaba el lector/a, inquietado/a por las mayúsculas.
Volví a la olvidada escritura automática.
- ¿Qué puñetas es eso?
Te lo explico, tranquilo/a, no te sulfures.
"La escritura automática es el proceso o resultado de la escritura que no proviene de los pensamientos conscientes de quien escribe. Es una forma de hacer que aflore el subconsciente. Consiste en situar el lápiz sobre el papel y empezar a escribir, dejando fluir los pensamientos sin ninguna coerción moral, social ni de ningún tipo. En ocasiones se realiza en estado de trance, aunque no es necesario que sea así.
Su propósito es vencer la censura que se ejerce sobre el inconsciente, merced a unos actos creativos no programados y sin sentido inmediato para la consciencia, que escapan a la voluntad del autor. Entonces compone directamente el inconsciente, liberado de la censura.
Desde el punto de vista literario, se trata de un método defendido y usado principalmente por André Breton y los surrealistas, en la primera mitad del siglo XX, considerando que de esa forma el yo del poeta se manifiesta libre de cualquier represión y dejando crecer el poder creador del hombre fuera de cualquier influjo castrante".
Con ganas de dormir, pero sin sueño; con ganas de matar, aunque sin posibles víctimas cerca; con ganas de desahogarme, mas sin kleenex cerca... No me quedó más remedio que tirar de papel y boli. Saque a pasear al inconsciente, sin bozal, sin correa y sin bolsita para recoger las heces. Así, a lo loco. Sabía como empezaba la historia, no como acababa. Podía estar ante una obra de arte o ante una regurgitación digna de un buitre indigestado. Era un ataque de ira contra el tipo que se esconde en mi espejo, contra mi sombra, contra mí mismo y sin testigos. ¡Toma ya!
... Y ¿qué deciros? Salió una mezcla extraña, como el "Príncipe Sapo" del Bart Simpson mago. Una cosa que pedía a gritos ser arrojado al retrete. Era como haber parido un feto malayo con pelos en las orejas, ojos de rana y cuatro culos... o peor aún: un Matt Damon calvo. Esa sensación de ser padre, pero de padre de un tertuliano del Sálvame. Algo raro...
Algún día, cuando no me de vergüencica, lo pego aquí y podréis dar vuestra humilde e hiriente opinión.
Para acabar os pego una canción que, salvando considerablemente las distancias, refleja mi situación. (Cambiad lavabo por "habita" y gramos por apuntes):
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