¿Casualidad o culo o codo?

No estoy seguro de qué ocurre. Empiezo a sospechar que la vida real se parece demasiado a una de esas películas del palo de Matrix, El Show de Truman, ... Vidas inventadas por máquinas malfolladas, por productores de televisión con un bote de axe introducido por donde las cosquillas pasan a ser acoso sexual.

No tengo ni idea de qué es la casualidad. Hay quién cree que existe, otros que es un invento de Coca-Cola, como los padres, Michael Jackson o los esquimales. Los que creen en las casualidades dudan que haya un dios entre las nubes que les ama y les mima desde su burdel celestial. Creen simplemente que la vida surgió así, sin más, de una colisión acojonante, de un Big Bang (que es como recibir un bofetón tras tocar una teta prohibida). Yo no sé a quién creer: a los locos de las coles o a los zumbaos de la chirimoya, por eso vivo en esa disyuntiva, amargado y con ganas de quejarme. Pero ¿a quién? Es como meter en el buzón la carta a los reyes magos... tarde o temprano algún cartero malnacido la abrirá, la leerá y se la pasará por la huevera mientras se cachondea de mí.

Ante esa situación pretendo seguir inalterable mi camino hasta esa parada en boxes eterna, donde mientras te cambian de neumáticos puedes criar malvas... Mi intención es la de pasar por aquí sin llamar la atención del jefe, fichar todas las mañanas, parar para comer, crecer, reproducirme y doblar la servilleta a gusto al final de la jornada. Todo va bien hasta que, en medio de una vida gris, sin grandes sobresaltos ni giros inesperados de  guión, te encuentras de frente con nuestra protagonista de hoy: la casualidad. Una simpática señorita que juega contigo, te inquieta, te vacila, viene y va, surgiendo cuando no la llaman y volviendo caótica una insípida y monótona existencia.

A mí me vino a visitar no hace mucho, así que, mientras espero a que se vaya y desaparezca por un tiempo, no me queda otra que aguantar sus caprichos.